Masa, César Vallejo

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Al fin de la batalla,1
y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre2
y le dijo: «¡No mueras, te amo tanto!»3
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.4

Se le acercaron dos y repitiéronle:5
«¡No nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la vida!»6
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.7

Acudieron a él veinte, cien, mil, quinientos mil,8
clamando «¡Tanto amor y no poder nada contra la muerte!»9
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.10

Le rodearon millones de individuos,11
con un ruego común: «¡Quédate hermano!»12
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.13

Entonces todos los hombres de la tierra14
le rodearon; les vio el cadáver triste, emocionado;15
incorporóse lentamente,16
abrazó al primer hombre; echóse a andar...17

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  • Manuel Retamozo Nov., 2022

    wuauuu! tan solo de leerla después de muchos años, veo que tiene mucho sentimiento, y que mientras mas personas esten entorno a una ,ésta puede volver a levantarse, la unión es muy importante, pero el amor es mas importante aún.

  • Antu Sep., 2022

    El poema nos hace reflexionar: las guerras son inecesarias por que nos va a traer más conflictos y no nos va llegar a resolver la muerte. Más bien va a traer más tristeza, impotencia, dolor y sufrimiento

  • juliana Feb., 2022

    Es interesante, este poema, que nos debe llevar a una reflexión, saber cuánto gente vivimos indiferentes e ignoramos a nuestros niños y niñas, jóvenes, y nuestros adultos mayores, la naturaleza que Dios nos dio para preservarla, cada día como seres pensantes nos debe llamar a una reflexión.


Análisis

El 10 de noviembre de 1937, en un otoñal atardecer lluvioso de París, el poeta peruano César Vallejo, a la sazón de cuarenta y cinco años de edad, ponía la fecha y su firma al pie del poema que había terminado de escribir y que había titulado Masa.

Por esos días, también compuso un poema que decía:

Me moriré en París con aguacero,
un día del cual tengo ya el recuerdo.
Me moriré en París −y no me corro−
tal vez un jueves, como es hoy, de otoño.

En la primavera siguiente, también una lluvia caería sobre París como llorando, como si supiera que el poeta había muerto esa mañana. César Vallejo había acertado con la premonición de la lluvia, pero ese día era viernes y no era otoño. Según otro poeta, su amigo Juan Larrea, las últimas palabras de Vallejo fueron: «Me voy a España». Es decir, a la España republicana que agonizaba igual que él. Meses antes, había estado en el frente del Madrid de la guerra civil y, con el alma desgarrada por la visión de la muerte de los milicianos y de la república, había escrito uno de sus poemas más conmovedores. Masa es la número 12 de las quince composiciones que conforman el poemario España, aparta de mí este cáliz, publicado póstumamente en 1939, con la exclusiva temática de la guerra civil española.

La labor poética de César Vallejo atravesó tres etapas. La primera de ellas fue la modernista, fuertemente influida por la obra de Rubén Darío y materializada en su libro Los heraldos negros, publicado en 1919, cuando el poeta peruano tenía veintiséis años. La segunda etapa es la vanguardista, representada por su poemario Trilce de 1922, libro denso y hermético, plagado de figuras retóricas, experimental, innovador, con un lenguaje perturbado y pleno de vulgarismos, cultismos, arcaísmos, neologismos, alteraciones de la gramática y caótica disposición gráfica de las palabras. La tercera etapa es la revolucionaria, simbolizada por la serie de quince poemas España, aparta de mí este cáliz, en la que retoma el lenguaje accesible, abandona los experimentos léxicos y vuelve a los ritmos clásicos. Algunos eruditos han considerado que esta vuelta a una expresión más cercana al lector común fue influida por la adhesión de Vallejo al pensamiento marxista.

La métrica y los acentos tónicos fundamentales de Masa son una muestra del retorno a anteriores cánones. Para capturar la estructura rítmica cuidadosamente elaborada por Vallejo, se requiere una atenta lectura del poema teniendo en cuenta el armazón siguiente.

  • La primera estrofa está compuesta de un heptasílabo, un alejandrino (con dos hemistiquios 7 + 7) y dos endecasílabos, todos ellos con acento esencial en la sílaba sexta y, salvo el heptasílabo, en la décima. El último verso («Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo») se repetirá en las tres siguientes estrofas, en un ritornelo que remarca la inutilidad de las peticiones de los circundantes.
  • La segunda estrofa tiene tres versos endecasílabos, todos con acento fundamental en sexta y décima.
  • La estrofa tercera responde a este esquema de construcción:
  • a) Un verso alejandrino con dos hemistiquios 7 + 7, cada uno con acento rítmico fundamental en sexta.
  • b) Un verso que tiene dieciocho sílabas métricas (o diecisiete si se hace sinalefa en «tanto amor»), pero que debe leerse como la combinación de dos heterostiquios (7 + 11), el primero de siete sílabas con acento en sexta («clamando “¡Tanto amor») y el segundo de once sílabas («y no poder nada contra la muerte!”»).
  • c) Como tercer verso: el endecasílabo que se repite.
  • La cuarta estrofa está conformada por tres endecasílabos con acento esencial en sexta y décima.
  • La quinta y última estrofa presenta también una composición muy trabajada. Los tres primeros versos tienen dos heterostiquios. En los tres, el primer heterostiquio es de cinco sílabas («Entonces todos», «le rodearon» e «incorporóse») y los tres están acentuados en cuarta, teniendo en cuenta que debe respetarse el hiato de «rodearon». Los segundos heterostiquios de los tres versos son, respectivamente, de siete, once y cuatro sílabas («los hombres de la tierra», «les vio el cadáver triste, emocionado» y «lentamente»). El último verso es un endecasílabo melódico.

En cuanto al contenido del discurso poético, es clara la alusión al poder del amor frente a la muerte, asunto sobre el que Vallejo se había manifestado antes de componer este poema. Un ejemplo elocuente son los últimos versos de su poema El tálamo eterno, publicado en 1919:

Y cuando pienso así, dulce es la tumba
donde todos al fin se compenetran
en un mismo fragor;
dulce es la sombra, donde todos se unen
en una cita universal de amor.

Y, en su libro de crónicas Rusia ante el segundo plan quinquenal, escrito en 1931-1932, Vallejo había dicho:

Se tocó, en piano y balalaika, la “Canción Triste” de Tchaikowsky y, luego, la Rapsodia número 2, de Liszt. […] Durante el tiempo que duró esta música, vi y sentí cómo vibraba la masa, poseída de un vasto calofrío espiritual. Ésta, la masa revolucionaria, la del materialismo histórico, que ha hecho con su sangre la más grande revolución económica de la historia y que no oye, día y noche, sino el martillo de las fábricas y el motor de los tractores; ésta, la masa socialista, dinámica y técnica, me estaba enseñando, a mí, pequeño burgués, contemplativo y arbitrario, indolente y egoísta, cuáles son y serán los derroteros, el signo, la fórmula dialéctica de la nueva sociedad por la que lucha. Esta masa me dice ahora: La sustancia primera de la revolución es el amor universal. Su forma necesaria e ineluctable es hoy la lucha. Pero, mañana, cuando la lucha pase ─puesto que pasará, puesto que esa es la ley de la historia─, la forma del amor será el abrazo definitivo de todos los hombres. Y entonces tendrá cabida en los combatientes de hoy, forjadores de ese porvenir, todo cuanto, de una u otra manera, expresa la existencia de esa materia prima de la histo-ria, que es, a la vez, la razón de ser de toda rebeldía y de toda lucha social: el amor. Hoy mismo ya, en las horas de relativo sosiego, los trabajadores pueden percibir y perciben, de cuando en cuando, a través de la lucha cotidiana, aquellas expresiones, directas y fuera de combate, del amor de los hombres. Esto me dice y trata de hacerme comprender la masa.

Sin embargo, incluso con estos antecedentes, Juan Larrea ha sostenido que la composición de Masa obedeció al dolorido impulso de Vallejo ante las atrocidades de la guerra civil española.

César Vallejo abarcó todos los géneros literarios: poesía, narrativa (novelas y cuentos), teatro y artículos periodísticos. Los eruditos, los críticos y los vallejistas suelen sostener que Masa es la culminación de la estética y de la ideología de su autor, y frecuentemente lo consideran uno de los exponentes más excelsos de la producción poética del siglo XX. El poeta, crítico y monje trapense Thomas Merton llegó a definir a Vallejo como «el más grande poeta universal después de Dante», afirmación que, a medida que pasa el tiempo y crece la valoración del vate peruano, va pareciendo menos excesiva.

Nota de Javier Collazo.

Collazo, Javier. Jun., 2023. Masa, de César Vallejo. Poemario. Acceso en https://poemario.com/masa/

Ejemplos de figuras literarias en Masa

Figuras literarias Ejemplos Descripción
Metáfora "Al fin de la batalla" Representa el final de una lucha o conflicto, no necesariamente una batalla física.
Prosopeya "les vio el cadáver triste, emocionado" Se le atribuyen emociones y acciones humanas al cadáver, como si estuviera vivo y consciente.
Anáfora "Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo." La repetición de "Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo." enfatiza la inevitabilidad de la muerte y la falta de poder de los vivos para detenerla.
Hiperbatón "incorporóse lentamente" El cambio en el orden natural de las palabras ("se incorporó lentamente") crea un efecto poético y enfatiza la lentitud de la acción.
Elipsis "Acudieron a él veinte, cien, mil, quinientos mil" Se omite parte de la información (la acción de pedirle que no muera) para crear un efecto de énfasis en la cantidad creciente de personas que se unen.
Metonimia "todos los hombres de la tierra" Se utiliza "todos los hombres de la tierra" para referirse a la humanidad en su conjunto.