Los espejos, Jorge Luis Borges

Yo que sentí el horror de los espejos1
no sólo ante el cristal impenetrable2
donde acaba y empieza, inhabitable,3
un imposible espacio de reflejos4

sino ante el agua especular que imita5
el otro azul en su profundo cielo6
que a veces raya el ilusorio vuelo7
del ave inversa o que un temblor agita8

y ante la superficie silenciosa9
del ébano sutil cuya tersura10
repite como un sueño la blancura11
de un vago mármol o una vaga rosa,12

hoy, al cabo de tantos y perplejos13
años de errar bajo la varia luna,14
me pregunto qué azar de la fortuna15
hizo que yo temiera los espejos.16

Espejos de metal, enmascarado17
espejo de caoba que en la bruma18
de su rojo crepúsculo disfuma19
ese rostro que mira y es mirado,20

infinitos los veo, elementales21
ejecutores de un antiguo pacto,22
multiplicar el mundo como el acto23
generativo, insomnes y fatales.24

Prolonga este vano mundo incierto25
en su vertiginosa telaraña;26
a veces en la tarde los empaña27
el hálito de un hombre que no ha muerto.28

Nos acecha el cristal. Si entre las cuatro29
paredes de la alcoba hay un espejo,30
ya no estoy solo. Hay otro. Hay el reflejo31
que arma en el alba un sigiloso teatro.32

Todo acontece y nada se recuerda33
en esos gabinetes cristalinos34
donde, como fantásticos rabinos,35
leemos los libros de derecha a izquierda.36

Claudio, rey de una tarde, rey soñado,37
no sintió que era un sueño hasta aquel día38
en que un actor mimó su felonía39
con arte silencioso, en un tablado.40

Que haya sueños es raro, que haya espejos,41
que el usual y gastado repertorio42
de cada día incluya el ilusorio43
orbe profundo que urden los reflejos.44

Dios (he dado en pensar) pone un empeño45
en toda esa inasible arquitectura46
que edifica la luz con la tersura47
del cristal y la sombra con el sueño.48

Dios ha creado las noches que se arman49
de sueños y las formas del espejo50
para que el hombre sienta que es reflejo51
y vanidad. Por eso nos alarman.52

53

En formato PDF
PDF Los espejos


Análisis

En las Obras completas de Jorge Luis Borges, hasta 1972, figuran seis composiciones cuyos títulos nombran el espejo: tres ensayos en prosa (Los espejos abominables, El espejo de tinta, El espejo de los enigmas), un cuento (Los espejos velados) y dos poemas (Los espejos y Al espejo). En los respectivos textos de estas obras, la palabra «espejo» aparece veintiuna veces. Pero, en el total de aquella producción borgeana, el espejo está mencionado ciento setenta veces. Para ponderar esta magnitud, puede considerarse que palabras tan caras a los poetas como «amor» y «alma» tienen, en el mismo contexto de obras completas, ciento veintiuna y ciento treinta apariciones, respectivamente. La palabra «laberinto» está usada en ciento cuarenta y dos ocasiones. Tratándose de Borges, es claro que esos términos están por debajo de «sueño», que se emplea trescientas setenta y siete veces, y muy lejos de «tiempo», que, como es de esperar, alcanza el significativo número de seiscientos treinta y nueve repeticiones.

Por su parte, en toda su producción poética, Rubén Darío utilizó solo nueve veces la palabra «espejo» y solo una vez la palabra «laberinto». En cambio, escribe la palabra «amor» trescientas ocho veces, y noventa y cinco veces la palabra «tiempo». Un pequeño cuadro comparativo permite apreciar más claramente la frecuencia de estas palabras en ambos escritores. (La última columna muestra qué porcentaje representa cada frecuencia de Darío respecto a la correspondiente frecuencia de Borges. La tabla está ordenada, de menor a mayor, de acuerdo con esa columna).

    PALABRA         BORGES         DARÍO         %    
Laberinto 142 1 0,7
Espejo 170 9 5
Tiempo 639 94 15
Sueño 377 68 18
Tigre 89 24 27
Alma 130 232 178
Amor 121 308 255

Las cinco primeras palabras son usadas por el nicaragüense mucho menos que por el argentino (entre 0,7% y 27%), mientras que las dos restantes son usadas por aquel mucho más que por este (178% y 255%). De este cuadro no es válido sacar conclusiones porque no están ponderados el peso poético y la función semántica de cada aparición de las palabras. Sin embargo, los resultados muestran claramente el grado en que cada uno de los dos escritores trata el tema connotado por cada palabra y, en este sentido, es evidente que Borges es altamente recurrente en la referencia al tigre, el laberinto, el espejo, el sueño y el tiempo, en ese orden. Quien haya leído una alta porción de la producción literaria borgeana habrá seguramente advertido esa recurrencia, aunque sin la evaluación numérica que se exhibe aquí. Si esa alta lectura de Borges ha sido acompañada por similar frecuentación de la obra de Darío, tampoco lo sorprenderá que este haya empleado «amor» más de dos veces y media que Borges y «alma» casi un ciento ochenta por ciento más.

Los espejos es un poema de Jorge Luis Borges incluido en el libro El hacedor, publicado en 1960, es decir, cuando el autor tenía sesenta y un años de edad. Sobre este libro, Borges explica en su autobiografía:

Allá por 1954 empecé a escribir textos breves: ejercicios y parábolas. Un día, mi amigo Carlos Frías, de Emecé, me dijo que necesitaba un libro nuevo para la serie de mis supuestas «obras completas». Le dije que no tenía ninguno, pero Frías insistió. «Todo escritor tiene un libro ─dijo─. Sólo necesita buscarlo». Un domingo, revolviendo en los cajones de casa, empecé a descubrir poemas y textos en prosa que en algunos casos se remontaban a la época de mi trabajo en [el diario] Crítica. Esos materiales dispersos ─organizados, ordenados y publicados en 1960─ se convirtieron en El hacedor.

En el epílogo de El hacedor, Borges escribió:

De cuantos libros he entregado a la imprenta, ninguno, creo, es tan personal como esta colecticia y desordenada silva de varia lección, precisamente porque abunda en reflejos y en interpolaciones.

(La expresión «silva de varia lección» alude a un género de obras literarias que proliferaron a partir de la invención de la imprenta en el siglo XV y caracterizadas por tratarse de una miscelánea, es decir, de una colección de materias o temas diversos escritos sin método ni orden).

El hacedor es una recopilación de cincuenta y cinco piezas literarias ─entre poemas, relatos y ensayos─ que explora los principales temas que pueblan la obra completa de Borges. Es un libro en el que convergen las culturas de Oriente y Occidente, las cosmogonías, el tiempo, los imperios y los reinos, el universo y la ciudad, la vida y la muerte, el arte poético y el tablero de ajedrez. Y los espejos.

Al referirse a la obsesión de Borges por los espejos, la escritora argentina Alicia Jurado, que fue su colaboradora y amiga, escribió en su ensayo Genio y figura de Jorge Luis Borges (1964):

Los espejos obsesionaron su niñez. En el dormitorio tenía un gran ropero con luna, en el que se reflejaba su propia imagen desde la cama. Quedarse solo a la hora de dormir, con el espejo, fue un suplicio cotidiano; aquel mundo que se apagaba con la luz, pero quizá no desaparecía del todo, lo acechaba desde el ropero como una amenaza continua. […] Georgie tenía miedo hasta del vago reflejo de su rostro en la lustrada cama de caoba.

El propio Borges, en Veinticinco agosto 1983 y otros cuentos, rememoró un recuerdo de infante:

Los espejos corresponden al hecho de que en casa teníamos un gran ropero de tres cuerpos estilo hamburgués. Esos roperos de caoba, que eran comunes en las casas criollas de entonces. […] Yo me acostaba y me veía triplicado en ese espejo y sentía el temor de que esas imágenes no correspondían exactamente a mí y de lo terrible que sería verme distinto en alguna de ellas. […] Ahora bien, yo sentía el horror de los espejos y tengo un poema en que hablo de ese horror y que uno a la sentencia pitagórica de que un amigo es un otro yo. He pensado que posiblemente a él se le ocurrió la idea de otro yo viendo su reflejo en un espejo o en el agua. Cuando yo era chico nunca me atreví a decirles a mis padres que me dejaran en una habitación totalmente oscura para no tener esa inquietud. Antes de dormir yo abría repetidamente los ojos para ver si las imágenes en los tres espejos seguían siendo fieles a lo que yo creía mi imagen o si habían empezado a modificarse rápidamente y de un modo alarmante. A eso se agregó la idea de la pluralidad del yo, de que el yo es cambiante, de que somos el mismo y somos otros; eso lo he aplicado muchas veces. Y en un libro que aparecerá el año próximo hay un cuento titulado El otro donde ensayo una variación de ese tema, ya tratado por tantos autores, por Poe, Dostoievsky, Hoffmann, Stevenson.

En Reportaje a Borges (1977), M. P. Montecchia consigna los términos en que el escritor argentino rememoraba el horror que le producía en la infancia la acción multiplicadora de los espejos:

Un temor que yo tenía cuando era chico […] era el gran ropero hamburgués de tres cuerpos con espejos. Estaba en mi dormitorio. Yo me veía reflejado tres veces. […] De tanto en tanto abría los ojos para ver si uno de mis dobles o mis triples se había movido. ¿Y si lo hace, pensaba yo, voy a morirme de espanto?

Los espejos es un poema compuesto de trece cuartetos endecasílabos con rima consonante abrazada (ABBA). Todos ellos tienen acentuación constitutiva canónica; además de la ineludible décima sílaba, ocho la tienen en la sílaba sexta de todos los versos (cuartetos 1, 5, 6, 7, 10, 11, 12 y 13), uno la tiene en cuarta y octava de todos los versos (cuarteto 2) y cuatro combinan tres versos de sexta con un verso de cuarta y octava.(cuartetos 3, 4, 8 y 9).

María del Carmen Rodríguez Martín, en su ensayo A través del espejo: doble y alteridad en Borges (2008), señala:

Desde una perspectiva general, en la obra de Borges, el motivo del espejo alude al tema del doble y se relaciona directamente con los arquetipos platónicos, con la idea gnóstica que sostiene que el universo es una copia invertida del orden celestial y con la sensación de irrealidad que produce el reflejo y la multiplicación infinita de dos superficies especulares enfrentadas.

En efecto, cuando Borges se mira en el espejo no ve su «yo», sino que ve ─o teme ver─ su «otro yo» ─su doble─ y piensa con miedo en la posibilidad de que lo que ve tenga alguna diferencia con el original. Así lo dice en su soneto Al espejo:

¿Por qué persistes, incesante espejo?
¿Por qué duplicas, misterioso hermano,
el menor movimiento de mi mano?
¿Por qué en la sombra el súbito reflejo?

Eres el otro yo de que habla el griego
y acechas desde siempre. En la tersura
del agua incierta o del cristal que dura
me buscas y es inútil estar ciego.

Y el escritor argentino también expone el terror a la multiplicación infinita en su cuento Tlön, Uqbar, Orbis Tertius, en el que puede leerse:

Desde el fondo remoto del corredor, el espejo nos acechaba. Descubrimos (en la alta noche ese descubrimiento es inevitable) que los espejos tienen algo monstruoso. Entonces Bioy Casares recordó que uno de los heresiarcas de Uqbar había declarado que los espejos y la cópula son abominables, porque multiplican el número de los hombres.

Y, en Siete noches (1980), escribe:

Realmente es terrible que haya espejos. Creo que Poe lo sintió también. […] Nos hemos acostumbrado a los espejos, pero hay algo de terrible en esa duplicación visual de la realidad.

El psicoanalista y escritor mexicano Antonio Bello Quiroz, en su ensayo El doble, los espejos: lo siniestro (2015), escribió:

El tema de la identidad asume en Borges características de pesadilla especular, donde el yo se va desdoblando hasta disolverse. Lo espeluznante ha de resultar del encuentro desdoblado con uno mismo: éste es el núcleo de la pesadilla en Borges, el encuentro con lo real del sí mismo. Que no podría ser sino el encuentro con la propia muerte. […] En Borges el tema del otro (del otro-yo) es recurrente. […]. Se desdobla y escribe en Borges y yo: «Al otro, a Borges, es a quien le ocurren las cosas». Pero el otro yo no es el semejante, no es el ideal; se trata de lo siniestro, lo más desconocido que habita al yo: la muerte. En su poema Junín, afirma Borges: «Soy yo, pero soy también el otro, el muerto».

No se sabe los precios que Jorge Luis Borges puede haber tenido que pagar por sus obsesiones (tigres, laberintos, espejos, sueños, tiempo y algunas otras). Pero sí se sabe que ellas han proporcionado al mundo varias de las más bellas piezas literarias del siglo XX.

Nota de Javier Collazo.

Collazo, Javier. Sep., 2023. Los espejos, de Jorge Luis Borges. Poemario. Acceso en https://poemario.com/espejos-borges/

Ejemplos de figuras literarias en Los espejos

Figuras Literarias Ejemplos Descripción
Metáfora "El ébano sutil cuya tersura / repite como un sueño la blancura" La tersura del ébano se compara con un sueño que repite la blancura, evocando una imagen de suavidad y pureza.
Símil "esa rostro que mira y es mirado" Se compara el rostro con un objeto que puede ser observado y a la vez observar, sugiriendo un juego de percepción en el espejo.
Prosopopeya "el Hálito de un hombre que no ha muerto" Se atribuye a un hombre la capacidad de empañar los espejos, personificándolo y evocando una sensación de presencia en la ausencia.
Hipérbole "Infinitos los veo" El autor utiliza un exceso expresivo para indicar la cantidad de espejos que ve, acentuando la idea de multiplicidad y expansión.
Hiperbatón "Todo acontece y nada se recuerda / en esos gabinetes cristalinos" El orden de las palabras se altera para resaltar la idea de que todo sucede pero nada se recuerda, creando una atmósfera enigmática.
Elipsis "Dios (he dado en pensar) pone un empeño" Falta de información sobre cómo el autor llegó a pensar en Dios, para la interpretación del lector.
Anáfora "Dios ha creado las noches que se arman / de sueños y las formas del espejo" La palabra "Dios" se repite al comienzo de los versos, creando un efecto de énfasis y unidad en la idea de la creación divina.
Metonimia "Que haya sueños es raro, que haya espejos" El autor utiliza "sueños" y "espejos" para representar el misterio y lo desconocido, en lugar de citar directamente a estos conceptos.


Firme con su comentario

*Todos los mensajes son moderados; su email jamás aparece ni se comparte.

  • Oscar Dante Irrutia Sep., 2023

    Muy bueno el análisis. Feliz la elección de poner primero este y luego el texto del poema.

  • Daniel Sep., 2023

    El Poema es sin duda brillante , genial. Pero por favor, la persona q lo recita, con la frialdad de un tempano haria bien dedicándose a otras tareas.

    • Poemario Sep., 2023

      Muchas gracias por el comentario, en efecto, tiene razón. Estamos trabajando en cambiar los audios del sitio a nivel global.

  • Severo Zamora Hermosillo Sep., 2023

    Los espejos hablan, dicen lo que no te atreves a decir; también observan, lo que tus ojos cómplices esquivan. Los espejos contienen lo escondido en tus profundidades desconocidas.