Ecuación de primer grado con una incógnita, José Emilio Pacheco

En el último río1
de la ciudad, por error2
o incongruencia fantasmagórica, vi3
de repente un pez casi muerto. Boqueaba4
envenenado por el agua inmunda, letal5
como el aire nuestro. Qué frenesí6
el de sus labios redondos,7
el cero móvil de su boca.8
Tal vez la nada9
o la palabra inexpresable,10
la última voz11
de la naturaleza en el valle.12
Para él no había salvación13
sino escoger entre dos formas de asfixia.14
Y no me deja en paz la doble agonía,15
el suplicio del agua y su habitante.16
Su mirada doliente en mí,17
su voluntad de ser escuchado,18
su irrevocable sentencia.19
Nunca sabré lo que intentaba decirme20
el pez sin voz que sólo hablaba el idioma21
omnipotente de nuestra madre la muerte.22

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Análisis

José Emilio Pacheco nos ofrece en este poema una visión de la muerte, del sufrimiento, de la agonía. Parte de una visión muy cruda de la realidad a través de los ojos de un niño, de él mismo cuando era joven. Así, ya fuera por culpa de la contaminación o por otro motivo, se nos sitúa el inicio del poema ante la imagen de un pez boqueando, agonizando y, para darle mayor énfasis, se nos describe de una forma concisa la forma en “O” de su poca al intentar respirar el aire en el agua, elemento en el que ya no está.

Lo que más sorprende es que no hay sonido alrededor de todo ese momento de agonía. El pez muere poco a poco pero no se escucha ninguna petición de socorro. Lo único que hay es la muerte lenta y dolorosa. Se nos habla de los tipos de muerte: una es por la contaminación del agua, que seguramente ha obligado al pez a intentar salvarse saliendo del agua y la otra es la de la propia asfixia del animal.

Hay un pensamiento del poeta ante el hecho de la muerte de un ser vivo. Por un lado su mirada en la que puede ver que el pez es consciente de que va morir. Por otro lado no hay voz, sonido, por lo que no se puede escuchar su dolor y, finalmente, sólo queda la muerte, el fin sin ninguna posibilidad de salvación

Al final, la muerte inexorable es el resultado de la ecuación, de la incógnita. Se personifica a la muerte como una madre que habla un idioma diferente y que sólo entiende aquel que va morir, sea el ser vivo que sea. La parca, con su guadaña señalándole, es la única que puede escuchar ese sonido, ese ruego, esa petición de socorro que precede a la propia muerte.

La imagen de un niño frente a la muerte, aunque sea la de un pez, resulta un tanto fuerte. Pero quizá lo que lo hace más fuerte es la impersonalidad del niño, que parece ausente, como si no estuviera presente, como si no fuera parte de la escena, como si sólo fuera un mero espectador de algo que no tiene solución.

Puede parecer bastante crudo, incluso puede llegar a hacernos sentir incómodos, molestos, pero la vida es así: incómoda, molesta, imprevisible y jamás sabremos en qué momento nos tocará a nosotros finalizar nuestro camino, aunque sí es importante ser conscientes de nuestra propia mortalidad, utilizando este hecho para aprovechar mucho más la vida.

Nota de Susana Marín.

Marín, Susana. May., 2014. Ecuación de primer grado con una incógnita, de José Emilio Pacheco. Poemario. Acceso en https://poemario.com/ecuacion-primer-grado-con-una-incognita/



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  • Lynette Sep., 2023

    Yo creo que al conectar lo que hemos causado con seres vivos o que morirán a causa del daño que le hacemos al planeta nos cambia algo en el cerebro para querer mejorar las cosas.